La perla es espléndida y preciosa. Nace del dolor. Nace cuando una ostra es herida por algo extraño. En ese momento la conchita, para proteger su propio cuerpo indefenso, comienza a envolver el sufrimiento que ha entrado en ella con la madreperla. Al final se formará una bella perla, reluciente y valiosa. Si no es herida, la ostra nunca podrá producir perlas, porque la perla es solamente una herida cicatrizada.
Por eso nuestras heridas, límites, debilidades, pecados, fragilidades psico-físicas no nos impiden crecer, sino que son una oportunidad para que nos volvamos perlas. Pero la única salida, la única sustancia cicatrizante es el amor.