UN MENDIGO QUE DERROCHABA AMOR – SAN PABLO

El P. Alejandro García Durán de Lara, bautizado por sus niños como Chinchachoma, en diminutivo Chincha, fue un hombre de Dios más que un filántropo. Dios le decía todos los días: “Te amo”. Y él respondía: “Te amo”. Ésta era la fuente de la que emanaba toda la acción del Chincha: el amor. No era simplemente un hombre de acción o un hacedor de múltiples cosas. Era un hombre de contemplación, de una profunda vida interior; en definitiva, un hombre de fe.

Era un mendigo que derrochaba amor
“¿Cuánto te ama Dios?
Mucho. Entonces, ¡ama mucho!”.

Su fe llevó al Chincha a renacer en medio de los pobres; se convirtió en uno de ellos y fue un callejero. Vivió en baldíos, en plazas públicas, en lugares para marginados e, incluso, hasta en la cárcel. El amor que se piensa no es amor. El amor al marginado, al pobre, al callejero, precisa de libertad interior.

El Chincha cumplió la voluntad de Dios: amar. Amó con un amor de predilección a los niños y niñas de la calle, a los indigentes, a los mendigos, a los que se drogan, a quienes delinquen y a cuantos venden su cuerpo. Amó también a los que no están en esa situación. Tuvo muchos amigos, pero pocos seguidores. A unos y otros nos dijo: Dios te ama con amor eterno.